En tiempos de crisis globales, achicamiento de puestos laborales, profusión de informaciones y autopistas virtuales, el maestro, además de ser formador y educador, es también una suerte de facilitador multidisciplinario para el ingreso de niños y jóvenes a este nuevo y complejo mundo. Pero hoy también se polemiza si debe tener o no afinidad con las metas gubernamentales.
El maestro argentino, quien ya es considerado un trabajador y no un sacerdote vocacional como se lo consideró durante más de cuatro décadas, tiene roles nuevos. Uno de ellos es capacitarse para incorporar la tecnología en el aula y balancear los conocimientos preconcebidos de los alumnos con verdadero aprendizaje.
El punto de debate es si el docente tiene que llevar adelante un proyecto político o gubernamental o si verdaderamente puede ser un librepensador independiente. Un maestro recordado por sus conocimiento, sus imperdibles clases y su abierto trato con los alumnos.
Militancia positiva
Días pasados, durante la inauguración de un seminario, el ministro de Educación planteó algunos conceptos nuevos y otros algo polémicos respecto a la nueva camada de maestros que están formándose en los Institutos Superiores del país para ser docentes.
Por un lado, Alberto Sileoni resaltó el ingreso a la carrera docente un sector que estaba excluido de la profesión. Son estudiantes de clases pobres y bajas que son estimulados hoy a inscribirse en el magisterio, cuya matrícula -bastante devaluada- fue decreciendo en las últimas décadas.
Sileoni planteó además: "un buen docente debe sentirse parte del Estado y no coincidir necesariamente con la política del gobierno". Pero postuló que el maestro es un militante, ya que sostuvo que su práctica no es neutra. Entre sus acciones señaló que tiene la tarea de transmitir que todo va a estar mejor.
Otro modelo
Sin entrar en prejuicios con la hoy vapuleada palabra militante, sin endiosarla ni endemoniarla, cabe interrogarse si los mejores maestros y profesores se distinguieron más por sus dudas, interrogantes e interpelaciones al conocimiento y a la vida, que por su complacencia con la realidad.
Los viejos docentes, como los filósofos, son los que siempre dejaron los puntos suspensivos en sus discursos y clases para que fueran completados por los alumnos e interlocutores, en una suerte de ejercicio de razonamiento crítico que permitiera ver más de lo que se estaba mostrando o contando.
Esta discutible cuestión del papel positivo que deben tener los maestros respecto a que todo está bien y que mañana será mejor aún, puede convertirse en una suerte de "La vida es bella" si no condice con los hechos reales.
El ministro instó a valorizar la tarea del maestro. Señaló: "es la autoridad y necesita reconocimiento social", pero aclaró que un buen docente debe confiar en sus alumnos, ya que -según encuestas- un porcentaje muy alto de estudiantes afirma que no escuchan a sus maestros.
Sileoni aconsejó a los maestros que no cuentan con algunos conocimientos o datos que poseen los alumnos que continúen y lleven adelante sus clases sin declinar en el intento.